Tal como lo hacían los primeros discípulos de Jesús, nos reunimos para aprender y estimularnos mutuamente (1 Cor. 14:31). Los siervos de Dios necesitan ánimo aunque tengan años de experiencia. Tomemos por caso a Josué, quien había servido fielmente a Jehová desde hacía mucho tiempo. Aun así, Jehová le dio este mandato a Moisés: “Comisiona a Josué y anímalo y fortalécelo, porque él es quien ha de atravesar delante de este pueblo y él es quien ha de hacer que hereden la tierra que tú verás” (Deut. 3:27, 28). Josué estaba a punto de asumir la gran responsabilidad de liderar a los israelitas en la conquista de la Tierra Prometida. Se enfrentaría a obstáculos y sufriría al menos una derrota militar (Jos. 7:1-9). No nos sorprende que Josué necesitara ánimo y fuerzas. Igualmente, los ancianos y superintendentes de circuito, que trabajan duro cuidando el rebaño de Dios, necesitan que les demos ánimo. ¿Lo estamos haciendo?
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