Adán dejó de ser hijo del Creador cuando se rebeló contra él. Pero, a lo largo de la historia, una gran nube de descendientes de Adán ha defendido la soberanía de Dios (Heb. 12:1). Al someterse con humildad a Jehová, han demostrado que quieren que él, y no Satanás, sea su Padre y Alfarero (Juan 8:44). Esa lealtad nos recuerda las palabras del texto de hoy. Los que adoran a Jehová con espíritu y verdad se esfuerzan por tener la misma actitud humilde y sumisa. Para ellos es un honor dirigirse a Jehová como su Padre y someterse a él como su Alfarero. ¿Nos vemos como barro blando en las manos de Dios, deseando que nos convierta en una vasija muy valiosa a sus ojos? ¿Y cómo vemos a los hermanos? ¿Entendemos que Jehová todavía los está moldeando?
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