Tener expectativas poco realistas puede ser la causa de algunos problemas. Alguien podría sentirse decepcionado, engañado e incluso amargado si su matrimonio no es como lo soñó. También es posible que las diferencias emocionales y de crianza provoquen discusiones. Y pueden surgir desacuerdos por causa del dinero, los parientes y la educación de los hijos. La mayoría de las parejas cristianas merecen que se las felicite porque siguen la guía de Dios y por eso logran encontrar soluciones que satisfacen a ambos. Los matrimonios que tengan problemas serios deberían pedir ayuda a los ancianos. Estos hermanos maduros pueden ayudarlos a poner en práctica los consejos de la Biblia. Y, cuando surgen dificultades, todos debemos pedir a Jehová su espíritu y que nos ayude a seguir los principios bíblicos y a demostrar las cualidades del fruto del espíritu (Gál. 5:22, 23)
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